La radioafición nace con los experimentos que Guillermo Marconi hizo a fines del siglo XIX para enviar señales de morse a través del éter. Tras los primeros balbuceos, la radioafición adquirió su carta de naturaleza en la Conferencia de Washington de 1927, donde se efectuó un primer reparto internacional de frecuencias y se asignaron unas bandas determinadas a la radioafición. Del puñado de radioaficionados que había en 1900 se ha pasado a casi tres millones en la actualidad.
Pero además de fomentar la amistad y buen entendimiento entre las personas, la radioafición es también experimentación; los radioaficionados fueron los descubridores de las ondas cortas, que permiten enlazar todo el mundo por radio con relativamente poca potencia, y a lo largo de los años sus experimentos han contribuido al avance de las radiocomunicaciones.
Los radioaficionados son capaces de transmitir y recibir en las circunstancias más adversas, por lo que la radioafición constituye un medio eficaz de comunicaciones en casos de catástrofe, y así se reconoce en el Reglamento de Radiocomunicaciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que insta a todos los países a que tomen las medidas necesarias para permitir que las estaciones de aficionado se preparen y hagan frente a las necesidades de comunicación en casos de desastre. A nivel nacional, la radioafición se considera así mismo como servicio de utilidad pública y valorada como un medio eficaz de comunicaciones en caso de catástrofe, estando obligados los radioaficionados a colaborar con las autoridades en casos de catástrofe.
Las modalidades en las que se comunican los radioaficionados son diversas. La más común es la voz (fonía), pero también se utiliza la telegrafía (código morse) y otros medios de comunicación, como el radioteletipo, el fax, la televisión y, en los últimos años, está tomando un gran auge los modos digitales, en los que el ordenador ha pasado a ser un elemento esencial de la estación de radio.
En la radioafición podemos encontrar gente de todas las edades a partir de la adolescencia, y de todo tipo de clases y procedencias, desde una modesta ama de casa o un estudiante hasta una estrella del cine o un rey.
Para ampliar la distancia de sus comunicaciones en determinadas bandas, los radioaficionados disponen también de repetidores terrestres y de satélites artificiales, financiados por los propios radioaficionados y construidos en buena parte por ellos mismos.
Todo radioaficionado dispone de un indicativo o distintivo de llamada otorgado por su Administración, con el que se identifican cuando se comunican entre sí. El indicativo consta de un prefijo, que identifica al país; un número (del 0 al 9), que identifica un distrito o zona de ese país, y un sufijo de una, dos o tres letras, distinto para cada radioaficionado. Los prefijos que identifican a los países los atribuye la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). España tiene asignados varios prefijos, pero el principal es EA; en Francia es F, en Alemania DL, en Portugal CT, etc. Así, por ejemplo, cuando un radioaficionado establezca contacto con alguien que se identifica como DL1BBB sabrá que lo está haciendo con un alemán.
Para ser radioaficionado es necesario demostrar conocimientos básicos sobre radioelectricidad y radiotecnia y sobre legislación, pero no es necesario ser un experto en ello para superar el examen, sino que está al alcance de cualquiera que le guste esta afición.
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